Hace sólo unas semanas escribía en este blog un
artículo a favor de la energía nuclear. Hoy, después de lo sucedido en la central nuclear de Fukushima, en Japón, y en contra de toda la marea de opiniones soliviantadas por las televisiones y los medios de comunicación nacionales e internacionales, debo reafirmarme en todo ello, no sólo porque considero que lo que escribí sigue siendo plenamente cierto, sino porque en los últimos días he tenido que asistir, con verdadera vergüenza ajena, a una alarma nuclear desatada y a todas luces exagerada.
Lo primero que debemos recordar, todos los ciudadanos, en todo momento, es que el periodismo ya no es una herramienta de información, como lo fue en sus comienzos, sino que fundamentalmente es un medio de propaganda y creación colectiva de opinión: en televisión, en los noticiarios concretamente, tendrá cabida todo aquello que prometa espectáculo, que atraiga la atención de los televidentes, sin que el criterio de selección de la primicia lo marque la importancia relativa respecto al resto de noticias. Libia era al empezar el mes de marzo lo más novedoso e interesante de la crónica internacional, era el colofón de toda la serie de revueltas que prometían barrer de sátrapas el Magreb. Durante días, el 60% del tiempo de un telediario lo ocupaba el avance de los rebeldes, la inminente caída de Trípoli y Gaddafi, o los miles de refugiados huyendo del país. Entonces, el 11 de marzo, un tremendo terremoto sacude Japón, al otro lado del mundo, y las cifras de muertos y desaparecidos y, sobre todo, la abundancia de imágenes espectaculares del tsunami posterior en un país plagado de móviles con cámara, eclipsan al desierto libio y a Gadafi durante días, con barcos encallados en lo alto de un tejado o autobuses flotando en las aguas como cascaras de nuez. Y de pronto, otra noticia, todavía más espectacular aunque no tan importante, la destrucción de Fukushima y la amenaza nuclear en sus proximidades (se establece un perímetro de seguridad de 20 km), irrumpe en los primeros minutos de los telediarios y se superpone al propio maremoto que lo causó.
Y ahí tenemos las dos noticias, ambas centradas en Japón, pero de consecuencias muy distintas: por un lado, uno de los terremotos más intensos de los que se tiene registro, seguido de un tsunami que literalmente sepulta bajo agua y escombros decenas de poblaciones costeras con miles de habitantes. Por el otro lado, una central nuclear, de entre las decenas que tiene Japón, que comienza a tener problemas de refrigeración a causa de la devastación causada por el terremoto y en cuyo perímetro aumenta el nivel de radiación hasta cotas que no consideradas perjudiciales para la salud más allá de los 30 km y que, a fecha de hoy, todavía no ha causado una sola muerte. ¿Qué noticia, de estas dos, creen ustedes que saldrá en la portada de los periódicos de la mañana siguiente?, ¿cuál ocupará los diez primeros minutos del telediario de la noche?, ¿la destrucción masiva causada por un terremoto en la que es la tercera potencia económica mundial y que se ha llevado de golpe 15.000 vidas que el mar aún devuelve, al ritmo del oleaje, a sus costas?, ¿o la amenaza de un desastre nuclear que, incluso en el caso –ahora improbable- de consumarse, causaría decenas de muertos y algunos centenares de afectados? Para responder no se les ocurra plantearse qué noticia les parece realmente más relevante. Piensen en cambio como un publicista, o como un director de Hollywood. Piensen solamente qué quedará mejor gráficamente en la portada de su periódico o abriendo el telediario de las 9, ¿una catástrofe consumada sin otro culpable que la naturaleza, o una amenaza que -aún improbable- despierta el temor futurible de una hecatombe con forma de hongo y con un evidente culpable: la energía nuclear? Si no lo tienen claro, es que no han visto muchos telediarios últimamente. Y ahora aprovechemos todo este despliegue mediático, toda esta información sin sentido que confunde a la población, y hagámosle al ciudadano la pregunta del millón: “¿Energía nuclear, sí o no?”, o una pregunta aún más tonta e inoportuna “¿Es peligrosa la energía nuclear?”.
El colmo de este despropósito de los medios, de su colaboración ridícula en el mito y en la desinformación –y su apuesta por el espectáculo-, lo ponía de relieve hace muy poco la presentadora y editora de los telediarios de TVE, Pepa Bueno, cuando pocos días después de que la noticia de Fukushima saltara a los noticiarios de medio mundo, le preguntaba a la directora del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), Isabel Mellado, en pleno pico de audiencia del telediario de la noche: “Sra. Mellado, la central nuclear de Fukushima es prácticamente idéntica a la central de Garoña en España, ¿cree usted que en Garoña podría ocurrir algo semejante a lo que ha sucedido en la de Japón?” Afortunadamente para el futuro de su carrera profesional, la directora del CSN contuvo la carcajada que bullía en su interior y contestó muy amablemente que, efectivamente, las centrales de Fukushima y de Santa María de Garoña comparten diseño pero no comparten ni el terremoto ni el posterior tsunami, con lo que es “poco probable” que algo similar ocurra próximamente en Garoña, por mucho que se parezca a la central de Fukushima.
Y así, mientras yo contemplaba el telediario, abochornado de vergüenza por vivir en un mundo tan voluble, especulativo y desinformado, el coronel Gaddafi le daba gracias a Alá por el terremoto y el pánico nuclear desatado en Japón y que le había sacado, justo a tiempo, de la primera plana internacional. Como los noticiarios occidentales estaban más pendientes de Japón que de ninguna otra cuestión, cautivando a los votantes de las democracias occidentales con apocalípticas fantasías nucleares, los líderes de esas grandes democracias como Alemania, Inglaterra o Francia perdían el tiempo hablando de la congelación de planes nucleares, del cierre de centrales, de la revisión de la seguridad nuclear… y trataban en cambio más despacio, con menos urgencia, el tema de Libia y de una esperada resolución internacional para crear una zona de exclusión aérea. De esta forma, Gaddafi, en el trascurso de esa semana de pánico nuclear en las antípodas, envía sus tropas al este, hacia Bengasi, para hacer uso de una fuerza que la luces y taquígrafos de la comunidad internacional no le permitían ejercer tan sólo una semana antes. “Con un poco de suerte –debió pensar estos días el coronel, apoltronado en su Jaima - el país entero, y sobre todo el pretroleo del este, volverá a estar bajo mi control antes de que lo de Fukushima pierda fuerza y se vuelva aburrido para los veleidosos ciudadanos de occidente.” Y tiene razón, ¿no creen? Así está ocurriendo ahora: conforme pasan los días, la verdadera relevancia de este último incidente nuclear encuentra su lugar, se lo deja de comparar con Chernóbil (una comparación absurda para quien conozca mínimamente lo que ocurrió en aquella central nuclear soviética) y queda simplemente una huella, una nueva lacra, una letra escarlata que pesará sobre la energía nuclear y los futuros debates que hagamos sobre ella. Porque nunca se abre este debate mientras la energía nuclear proporciona electricidad y bienestar a millones de personas sin contaminar el medioambiente, sólo se enciende cuando un accidente o un posible accidente proyectan su sombra alargada sobre la población. Me pregunto por qué no dejamos todos de volar cuando un avión se estrella, ¿será que entendemos que los beneficios superan los riesgos, o sólo nos han convencido de que es así?.
Y ayer el Consejo de Seguridad de la ONU votó, un mes tarde, pero lo hizo, y hoy, de nuevo, a la vez que nos vamos aburriendo de oír hablar de un desastre nuclear en Japón que no se consuma, resulta más espectacular abrir el telediario con portaviones norteamericanos en las costas de Libia, con cazas europeos cruzando el Mediterráneo cargados con las ojivas de la democracia, cualquiera de las cuales causará los próximos días más muertes que las que traerá nunca cualquier escape de cualquier central nuclear del mundo.
No sé cómo lo verán ustedes pero a mí siempre se me escapa una sonrisa irónica cuando, aproximadamente una vez al mes, los telediarios muestran una lista o una gráfica circular con las mayores preocupaciones de los españoles en orden de importancia. A veces el primer lugar lo ocupa ETA, otras el terrorismo islámico o la huelga de controladores, a veces es el paro, o la economía, pero siempre, siempre, la lista es un fiel reflejo de las noticias que el propio telediario ha publicado durante el mes anterior. ¡Qué sondeo tan absurdo, ¿verdad?!: las mayores preocupaciones de los españoles son, por supuesto, las que encabezan los telediarios y los periódicos en este país. Ellos, los medios “informativos”, crean nuestras preocupaciones, nos cuentan lo que ocurre en el mundo pero, sobre todo, nos dicen qué es preocupante y que no.
Sí, -creo que en realidad el coronel Gaddafi tiene razón- los seres humanos, al menos los de mi tiempo y generación, somos veleidosos, caprichosos, inconstantes. Creemos que tener mucha información supone estar bien informado; vemos y leemos pero no participamos, sólo observamos. Sobrevivimos a diario en junglas de asfalto y en cambio menospreciamos nuestro propio poder, el poder de analizar, de comparar y razonar, el poder de votar, el de elegir a nuestros líderes, el de retirarles la confianza cuando nos fallan o tratan de manipularnos. Tenemos todos tantas cosas en las que pensar cada día, y tan poco tiempo para hacerlo: nuestra familia, nuestro trabajo, nuestros deseos, nuestra hipoteca…, pero también debemos ser conscientes de que formamos parte de algo más grande: cada uno de nosotros ocupa un lugar, pequeño pero sólido, en el conjunto de la humanidad, como los granos de arena que conforman una playa, y si como las olas del mar no empujamos y luchamos, si no opinamos y creamos opinión, todo lo anterior, todo nuestro pequeño mundo de preocupaciones cotidianas, no tendrán más peso ni mayor importancia que el tiempo ridículo que ocupan nuestras vidas en la historia de este planeta.
Desde Japón: http://www.nipobloc.com/2011/03/carta-abierta-los-medios-espanoles.html
Otras opiniones: http://www.desdeelexilio.com/2011/03/18/sayonara/
Otros artículos: http://www.rtve.es/noticias/20110318/chernobil-fukushima-comparaciones-odiosas/417804.shtml