domingo, 10 de abril de 2011

Entre el mar y la montaña



Hoy se realiza en el pueblo donde vivo, Gavà, en el Baix Llobregat, la polémica consulta popular de autodeterminación de Catalunya. En realidad -y con la intención evidente de ampliar el número de votantes, que lógicamente son partidarios en su mayoría del SÍ- la consulta está abierta ya desde ayer, que fue cuando yo, paseando con mi mujer y mi futura hija, me acerqué a las urnas para dar también mi opinión como ciudadano instalado desde hace unos años aquí, en esta estrecha franja de tierras llanas entre el mar y la montaña.
A los ciudadanos, que somos testigos mudos y a menudo incrédulos –a través de la prensa y los telediarios- de los abusos de poder, de las tropelías y desmanes, de las maniobras que permiten evadir la justicia e incluso la responsabilidad moral a toda una clase política, en todos los territorios, desde el Guadalquivir a la Empordà, sólo se nos consulta para refrendar.
Mediante el voto podemos refrendar, confirmar o autorizar a unos u a otros políticos, a una u otra opción, podemos decirles SÍ a estos políticos llenos de corruptelas o decirles en cambio SÍ a estos otros, que se han mostrado igualmente distraídos en su moral. Podemos también no votar o votar en blanco y pasar así, anodinamente, a engrosar la estadística de los indolentes que no se mojan o cuyo voto vacío cae por el precipicio de la no participación. Votar es algo tan limitado que casi nunca se nos permite siquiera decir NO, acabar con una situación en lugar de refrendarla. Por eso –antes que las elecciones propias de las legislaturas- me gustan los llamados referéndums y por eso he escrito en mi facebook:
“¡Referendum de autodeterminación para Catalunya ya!: quiero poder decir NO -como hice hoy- al intento de la corrupta clase política autonómica de usar en su beneficio el natural y legítimo sentimiento “identitario” de los pueblos para hacerse con los poderes que ahora detenta la igualmente corrupta clase política nacional. Si no te gusta tu país, si no te gusta tu mundo, haz por cambiarlo, NO por reducirlo!!”
Y a lo que debo añadir -para quienes caen en la trampa de los que hábilmente explotan ese lógico sentimiento de pertenencia a una tierra y a una historia- que si lo que quieres es una tierra libre, una “terra lliure”, con ciudadanos de pleno derecho, con un gobierno que gestione eficazmente los recursos que todos ganamos con el sudor de nuestra frente y que considere las distintas culturas, lenguas e identidades en el territorio que gestiona, ¿es que acaso no deseas lo mismo para los demás?, ¿vas a dejar que manchegos o leoneses, que cántabros o murcianos, no disfruten de eso que quieres para tu tierra y tu pueblo? Es por esto que a menudo, además de mostrarme contrario a todo nacionalismo (léase "Entonces y ahora, mi dea de los nacionalismos"), he afirmado que un nacionalista es, ante todo, un egoísta, porque, a la vez que se recoge en sí mismo y reduce el mundo a los que piensan como él, excluye a todos los demás.
¡Arriba el Hombre!
Hoy se realiza en el pueblo donde vivo, Gavà, en el Baix Llobregat, la polémica consulta popular de autodeterminación de Catalunya. En realidad -y con la intención evidente de ampliar el número de votantes, que lógicamente son partidarios en su mayoría del SÍ- la consulta está abierta ya desde ayer, que fue cuando yo, paseando con mi mujer y mi futura hija, me acerqué a las urnas para dar también mi opinión como ciudadano instalado desde hace unos años aquí, en esta estrecha franja de tierras llanas entre el mar y la montaña.

A los ciudadanos, que somos testigos mudos y a menudo incrédulos –a través de la prensa y los telediarios- de los abusos de poder, de las tropelías y desmanes, de las maniobras que permiten evadir la justicia e incluso la responsabilidad moral a toda una clase política, en todos los territorios, desde el Guadalquivir a la Empordà, sólo se nos consulta para refrendar. Mediante el voto podemos confirmar o autorizar a unos u a otros políticos, a una u otra opción, podemos decirles SÍ a estos políticos llenos de corruptelas o decirles en cambio SÍ a estos otros, que se han mostrado igualmente distraídos en su moral. Podemos también no votar o votar en blanco y pasar así, anodinamente, a engrosar la estadística de los indolentes que no se mojan o cuyo voto vacío cae por el precipicio de la no participación. Votar es algo tan limitado que casi nunca se nos permite siquiera decir NO, acabar con una situación en lugar de refrendarla. Por eso –antes que las elecciones propias de las legislaturas- me gustan los llamados referéndums y por eso he escrito recientemente en mi facebook:

“¡Referendum de autodeterminación para Catalunya ya!: quiero poder decir NO -como hice hoy- al intento de la corrupta clase política autonómica de usar en su beneficio el natural y legítimo sentimiento “identitario” de los pueblos para hacerse con los poderes que ahora detenta la igualmente corrupta clase política nacional. Si no te gusta tu país, si no te gusta tu mundo, haz por cambiarlo, NO por reducirlo!!”

Y a lo que debo añadir -para quienes caen en la trampa de los que hábilmente explotan ese lógico sentimiento de pertenencia a una tierra y a una historia- que si lo que quieres es una tierra libre, una “terra lliure”, con ciudadanos de pleno derecho, con un gobierno que gestione eficazmente los recursos que todos ganamos con el sudor de nuestra frente y que considere las distintas culturas, lenguas e identidades en el territorio que gestiona, ¿es que acaso no deseas lo mismo para los demás?, ¿vas a dejar que manchegos o  leoneses, que cántabros o murcianos, no disfruten de eso que quieres para tu tierra y tu pueblo? Es por esto que a menudo, además de mostrarme contrario a todo nacionalismo (léase "Entonces y ahora, mi dea de los nacionalismos"), he afirmado que un nacionalista es, ante todo, un egoísta, porque, a la vez que se recoge en sí mismo y reduce el mundo a los que piensan como él, excluye a todos los demás.

Ni "¡Visça Catalunya!" ni "¡Arriba España!", debería siempre ser: ¡Arriba el Hombre!