sábado, 17 de abril de 2010

Entre dos tierras


Deseamos lo que no poseemos -creo que fue Platón quien así lo dijo y no hizo sino describir lo evidente. Si no tengo a Madrid, a su primavera repentina, a sus nocturnos adoquines empapados, de calles viejas y aceras lavadas, de árboles gigantes y avenidas de sombra jaspeada, si no tengo todo eso, lo echo en falta, lo deseo, como a una mujer nueva de aroma distinto. Pero si estoy allí, en el Madrid de mi juventud, donde cada esquina y cada bar me recuerdan un episodio iniciático o un desamor reencontrado, entonces sólo puedo pensar en la vasta extensión del mar azul vista desde lo alto de las montañas, por encima del verde de los pinos, mientras la tierra del rodeno, fina como polvo de talco, mancha mis trilladas deportivas. Soy castellano, pero deseo el mediterráneo; vivo a orillas del mar pero añoro las tierras de secano. Y si la luz puede ser onda y a la vez corpúsculo, por qué no iba a ser yo celtíbero de la meseta y a un tiempo ibero de la costa.


3 comentarios:

IbaneRamone dijo...

Me siento en parte identificado con esta entrada. Cuando vuelvo a Madrid me encanta pasear por sus calles pero al cabo de los dias una sensación extraña me recorre el cuerpo y es el no ver el mar. El no poder coger mi bicicleta y asomarme a él. Aunque la verdad que el Báltico no te da la misma sensación que el Mediterráneo...

Puji dijo...

Joder, me has emocionado!

Will Parker dijo...

Juan, no puedo ni imaginarme cómo será el Báltico (bueno, sí puedo si imagino una base naval rusa de la que zarpa un submarino nuclear ;-), a ver si pones una fotos en el facebook e ilustras aquello.
Me alegro que te haya emocionado, Puji, las cosas que escribo no tienen otro fin, aunque no siempre lo logren.
Aún estoy esperando el comentario de alguien que me tache de friki por la comparación lumínica, y es que aunque todos seamos mayorme agua, cada uno ha bebido de unas fuentes, verdad? ;-)