viernes, 31 de julio de 2009

A Madrid por el Paso del Suroeste


Ver A Madrid en un mapa más grande

A Madrid va uno cuando la necesidad de afecto materno apremia, cuando un percance ha ocurrido o cuando desde la última vez ha transcurrido un tiempo excesivo. Y cualquier medio puede llevarte allí, pues en Madrid acaban todas las rutas aéreas, todas las líneas de ferrocarril. Diríase que todos los caminos conducen allí, y más si eres un expatriado, un prófugo o, como dice la canción de Sabina, un fugitivo.

En mi caso, viajaré esta vez al centro de la península por motivos personales, quiero darle un abrazo a alguien y decirle que la tierra no se hundirá bajo sus pies. Pero antes he de llegar allí y para ello he escogido la ruta más larga, el camino más tortuoso pero también el que tiene un mayor valor iniciático. Porque eso debiera ser todo viaje, un descubrimiento, una aventura, un temblor en nuestra rutina que sacuda los sentidos. Y todo lo demás debiera llamarse “traslado”, porque no pasa de ahí.

Mañana por la mañana, pertrechado con mi cazadora de verano y un pequeño equipaje, me calaré el casco, las gafas de sol y saldré del garaje con mi motocicleta dispuesto a abrir el que yo llamo, irrisoriamente, el Paso del Suroeste: una vía que hipotéticamente une Barcelona y Madrid siguiendo una línea recta. Esto implica atravesar por carreteras comarcales las provincias de Barcelona, Tarragona, Teruel y Guadalajara, con lo que espero encontrar -imagino que no dragones ni damiselas- pero sí hermosos parajes, ríos, valles, montañas y llanuras infinitas de nubes sombreadas. Espero ver las vides con su fruto perlado dorándose al sol, encinas solitarias y colinas sembradas de girasoles a ambos lados de la carretera. Llevo conmigo mi cámara y no perderé ocasión de detenerme donde una postal me lo pida.
Sí, mañana tengo un viaje, a Madrid.