domingo, 25 de enero de 2009

Viento del Oeste

En la península ibérica y por extensión en toda Europa Occidental, desde tiempos anteriores a las primeras culturas del Mediterráneo, la meteorología se ha caracterizado siempre por un trasiego periódico de frentes (siempre en pareja, primero uno cálido, luego otro frío) asociados a borrascas que se desplazan en la dirección de los vientos de latitudes medias, es decir, de oeste a este (en realidad, siguen el sentido de rotación de la Tierra, ya que en última instancia esa es precisamente su causa). Así que desde los primeros hombres de la prehistoria a los actuales meteorólogos, pasando por los campesinos del medievo, todos han mirado siempre hacia el oeste en busca de los cambios del tiempo.

Aunque siguiendo una dirección común, cada borrasca tiene su configuración isobárica propia y la que ha rozado el norte de España en las últimas 48 horas era una depresión especialmente profunda (por debajo de 980hPa en superficie) y que se hallaba “comprimida” por altas presiones desde el sur, acortándose el espacio entre las isobaras y disponiéndolas en línea recta, como trazadas con la regla de un escolar, a lo largo de cientos de kilómetros (si las isobaras hubieran sido curvas, aún con mayor gradiente de presión, los vientos que las siguen se habrían frenado por una cuestión inercial).

Los errores en las predicciones meteorológicas son con frecuencia el blanco de muchas y airadas críticas, a menudo por personas que olvidan mencionarlas cuando sí aciertan, que son la mayor parte de los días de nuestra vida. A diferencia de lo que en ocasiones puede ocurrir con otros fenómenos meteorológicos que se producen o alcanzan su máximo desarrollo en un corto espacio de tiempo (como las temibles y legendarias galernas del Cantábrico) o los que afectan a pequeñas extensiones de terreno (como la gota fría del Mediterráneo), esta última borrasca, su configuración isobárica, su potencia, había sido ya anticipada. Estaba en la página de la Agencia Estatal de Meteorología, estaba en los telediarios y en varios periódicos. La pregunta entonces es, ¿por qué 48 horas después estamos lamentando la muerte de 12 personas, incluyendo 4 niños, a causa de este temporal? La respuesta, en mi opinión, es una mezcla de las palabras incredulidad, indiferencia e inacción.

Cuando vivía en Carolina del norte, Estados Unidos, era relativamente común la formación de tornados (no tanto como en Kansas y el centro del país, ¿verdad Dorothy?). Un tornado es un fenómeno local, ni siquiera mesoescalar, y es virtualmente imposible averiguar dónde y en qué momento se va a originar o hacia donde se dirigirá una vez formado. Sin embargo, sí se conoce la situación atmosférica que antecede la formación de tornados, y en Estados Unidos, cuando ésta es detectada, la radio, la televisión y todo medio de comunicación que radie en la zona afectada, interrumpe su retrasmisión, olvida los lucrativos anuncios, y comienza a repetir continuos y cansinos mensajes de alerta a la población. Los más temerosos de los oyentes (como yo aquel día que estaba solo en casa) acaban metidos en la bañera y cubiertos de cojines hasta arriba, mientras que los menos precavidos continúan haciendo zapping en el salón. Lo que no hacen de ninguna forma los rudos hombres de aquel país es subir en ese momento a retirar la hojarasca seca de las canaletas obstruidas del tejado. Todo el mundo suspende sus actividades: en los colegios suenan los timbres fuera de hora y los chavales corren ordenadamente a refugiarse en el sótano de la escuela, y en su casa las bellas divorciadas y su american beauty dejan de lado ese día la jardinería, abandonando la poda de sus orquídeas, para refugiarse en el interior de su aséptico hogar.

En España tuvimos suerte, lo peor del temporal ocurrió de noche y en las primeras horas de la mañana de un sábado, mientras la población dormía o se desperezaba lentamente. De haber sido un martes a las siete de la tarde, 4x12 habrían sido las muertes causadas. Pero de nuevo, ¿hay culpables?, o mejor planteado, ¿podrían haberse reducido las calamidades?, ¿quién podría haberlas reducido?

Este país es geográficamente privilegiado: vivimos en latitudes medias, de temperaturas suaves todo el año, lejos de las latitudes tropicales que a veces envidiamos pero que sufren tres o cuatro veces por año el envite de los huracanes, lejos de los monzones y sus inundaciones, incluso lejos de peligrosos bordes tectónicos que causan seísmos y tsunamis. Sí, tenemos suerte, y la valoremos o no, lo cierto es que estamos acostumbrados, y el anuncio de fenómenos naturales o meteorológicos adversos nos provoca asombro, curiosidad o incredulidad antes que temor. Esto nos ocurre también porque no somos objetivos: mientras acudimos al trabajo una mañana de lunes o encendemos la tele un viernes por la tarde nos preocupa el tráfico o si retransmitirán el partido, pero no estamos midiendo peculiares vientos de 180 Km/h en el Atlántico, ni observando una boya-sonda subir y bajar 12 metros sobre el nivel medio del mar. No, nosotros no, pero el Estado sí.




Un Estado responsable, uno que recuerde que es su tarea garantizar la seguridad de su población, que por esa razón crea y mantiene con el dinero de todos un ejército, que presta fondos al desempleo, que garantiza los depósitos bancarios o prohíbe la conducción bajo los efectos del alcohol, no puede cometer la torpeza de no estar atento a fenómenos naturales que generan victimas mortales como los de estos días. Y más aún teniendo a su disposición una Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) cuya máxima, como reza su página web, es “contribuir a la seguridad de personas y bienes”.


Para un Estado responsable, la primera actuación habría sido alertar a la población, difundir al máximo la alarma constatada por la AEMET. No basta con sacarlo en el telediario justo detrás del estreno de un nuevo musical en el teatro Apolo. Hay que inundar a la gente durante unas horas con la información para primero vencer su natural indiferencia hacia lo publicado en los medios (tanta basura y cotilleo, ¿verdad?) y después lograr que den por cierto que la cosa es seria y que existe un riesgo. Papá Estado no puede prohibir a sus hijos salir a la calle –ni yo quisiera que lo hiciera- pero puede como digo promulgar un edicto o decreto que obligue a todos los medios de comunicación, televisión, prensa o radio, a interrumpir cada diez minutos su programación y sus aburridos anuncios con un mensaje de alerta en las ocasiones en que se prevea una situación de peligro local o general para una población. Y por supuesto no puede obligar a cerrar durante seis horas a una empresa privada, pero sí actuar sobre las dependencias que son de su competencia, cerrando una carretera, un aeropuerto, un colegio, un parque infantil o un polideportivo donde los niños, de estar abierto, entrarían a jugar, ignorantes del peligro.

Por eso me crispan las declaraciones del alcalde de Sant Boi (Barcelona) que hoy leo en la prensa a propósito de la muerte de cuatro niños que se entrenaban en un pabellón deportivo de esa localidad y que se derrumbó bajo la fuerza del viento. Sobre todo cuando el propio alcalde basa su exculpabilidad en un edificio bien construido que se vino abajo a acusa de un “viento extremo, tal vez un tornado”. No sé hasta que punto podrá el Sr.Alcalde de Sant Boi conseguir testigos o convencer al Servei Meteorologic de Catalunya para que diga lo contrario, pero mucho me temo que las condiciones de ese día eran de todo menos propicias para un tornado. Lo que estaba ocurriendo había sido avisado, previsto, una borrasca especialmente intensa atravesando el norte de España, sólo eso y nada menos que eso, y el desastre no lo produjo un tornado sino la falta de información y determinación de los políticos para cerrar una instalación publica en unas condiciones de viento excepcionales.
Mientras tanto, sé de cuatro chavales de quienes puedo decir seguro que, coincidan o no, no leerán este artículo.


http://www.abc.es/20090125/nacional-sucesos/vendaval-lleva-vida-cuatro-20090125.html

http://www.lavanguardia.es/sucesos/noticias/20090124/53625938731/el-vendaval-se-cobra-siete-vidas-en-catalunya-cuatro-son-ninos-de-sant-boi.html#nuevoComent

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Por eso me crispan las declaraciones del alcalde de Sant Boi (Barcelona)". Querido compañero, llevo viviendo mas de 20 años en municipios del Baix Llobregat (Castelldefels, Gava y Viladecans, junto a Sant Boi) y durante estos años he podido comprobar como alcaldes (coorporaciones municipales PSOE-PSC) que sacan mayorias absolutas desde el inicio de la democracia, están totalmente ajenos a las necesidades (verdaderas necesidades) de los ciudadanos, saben que pase lo que pase la mayoría la tienen asegurada, (te podría dar ejemplos de todo tipo). Pero los verdaderos responsables no son ellos (pobres la mayoría no tienen profesión alguna, entraron en el partido y ocupando carguillos de jovencitos) los responsables son los que a pesar de todo les siguen dando la mayoría. (verás como el alcalde de S. Boi, aunque se declare responsable al ayuntamiento, saldrá de nuevo con la mayoría de siempre, ni tan siquiera la muerte de 4 niños abre los ojos). Angel

Will Parker dijo...

Uyyyy... detecto cierto desencanto con la izquierda, Angel! ;-) No dudo de que conoces bien el percal de esa zona del Baix Llobregat, dado el tiempo que llevas viviendo allí, y desde luego coincido contigo en que la clase política, pero sin distinción de partidos, busca perpetuarse en el poder el máximo tiempo con el mínimo esfuerzo. La política debería ser para el ciudadano, y la gestión y la administración para los cargos del gobierno: a veces pienso que hoy en día existen los medios y los recursos suficientes para que, en lugar de votar una vez cada 4 años y dejar luego que nos gobiernen todo ese tiempo, se sometiera casi cada decisión política a la opinión de cada ciudadano, por ejemplo cada domingo, constituyendose una democracia "on-line" que sería mucho más representativa que la actual y donde no contaría el pasado, la imagen o las promesas de los partidos sino la mejor o peor ejecución del dictamen semanal o diario del pueblo (sí, ya sé que la frase me ha quedado un poco comunista, que le voy a hacer). No juzgariámos a los políticos por su ideología sino sencillamente por su gestión: la ideología sería un concepto del que vota, no del que es votado. Y sería el ciudadano y no el gobierno, el que, cada día, haría Política, ayudando con ello a rehabilitar esa denostada palabra.

Siento la longitud de la respuesta, pero ya sabes cómo soy!, si me dan cuerda no paro... ;-)

Dani R. dijo...

Ni me imagino lo excepcional que tendrían que haber sido los avisos en los medios de comunicación para poder destacar lo suficiente sobre el ruido blanco que nos ofrecen a todas horas.

Respecto a ayuntamientos socialistas... no me provoquéis que en Mataró arrastramos lo nuestro des del 77